La cárcel intimida nada mas atravesar el primer control policial. Honestamente, no creo que mi mente me jugara una mala pasada, es como si las cosas dentro tuvieran una ligera decoloración. El mundo dentro es menos vivo. Todos los colores se difuminan perdiendo alegría y las agujas del reloj ralentizan su cadencia de una manera absolutamente perceptible.
Es un edificio extraordinariamente funcional. El arquitecto huyó, imagino que cumpliendo su encargo, de cualquier licencia artística, y concibió unas instalaciones frías y herméticas a las que si añades las extremas medidas de seguridad acaba provocando una extraña sensación de ausencia.
El caso es que una vez dentro te embarga una tristeza inexplicable y un miedo reverencial a acabar siendo una más de la historias que habitan esta mole de hormigón.
Un funcionario malencarado guió mis pasos hasta una amplia sala, similar al comedor de un colegio, donde aguardé unos minutos. La verdad es que mi idea de lo que sería una sala de visitas de una prisión estaba muy alejada de la realidad. No había cristales separadores, ni intercomunicadores como en "El Expreso de Medianoche" (cuanto daño hace el cine a la percepción de algunas realidades) El contacto con el recluso era mucho mayor de lo que yo pensaba, si bien, la estancia estaba plagada de cámaras y dos funcionarios deambulaban entre las mesas atentos a cualquier movimiento.
Solo dos reclusos habían recibido visita. Imaginé que los fines de semana aquella sala presentaría un aspecto muy diferente. Aunque me sentaron alejado de ambos pude constatar las diferencias en el carácter de esas visitas. Una era una mujer joven de atractivo ausente y mirada triste que sujetaba la mano de un hombre mucho mayor que ella, probablemente su padre. El otro era, a todas luces, un abogado que con una frialdad repugnante evitaba la mirada de su interlocutor en la que reinaba, a pesar de la distancia, el pánico propio de un futuro muy oscuro.
Una puerta metálica situada justo frente a mi se abrió lentamente acompañada por el inconfundible zumbido del mecanismo automatizado. Andresino apareció sonriente seguido de un funcionario que inmediatamente procedió a quitarle las esposas que inmovilizaban sus manos.
Era mucho mas joven de lo que había imaginado. Lo cierto es que nunca le había preguntado su edad pero no aparentaba más de treinta y cinco años cuando yo le había situado en la cincuentena.
Se sentó despacio mirándome fijamente a los ojos sin dejar de sonreír con familiaridad
- Dr. Aparcacuentos supongo... -dijo ampliando la sonrisa
- Nunca llegué a doctorarme. Ni siquiera lo intenté. Hice una carrera sin pena ni gloria que al final no resultó ser mi vocación. - contesté sincero
- ¿Y puede preguntarse cual?
- Por supuesto. Soy abogado. Como el cabrón de aquella mesa. -dije señalando con disimulo al encorbatado personajillo que seguía repasando papeles sin darse cuenta de que a su interlocutor le resbalaban dos lagrimas por la mejillas.
- Son todos iguales. Solo cambia la calidad del traje y la marca de la corbata. -aclaró Andrés con la mirada perdida- En el fondo les importamos un huevo. Vienen, te sueltan el rollo y te olvidan nada mas salir por esa puerta. Solo buscan pasta o apuntarse un tanto para salir del turno de oficio... Visto uno, vistos todos.
- Habrá excepciones...
- Yo no he visto ninguna. Ni siquiera te miran a los ojos como tú lo estás haciendo ahora. No les interesamos, y lo que es peor, les damos miedo.
- ¿Miedo?
- Por supuesto. No olvides que aquí todos tenemos fantasmas en el armario. Es humano que nos teman
- Yo no te temo -repliqué sincero
- Quizás deberías... -contestó descojonándose- Es broma. Yo no le haría daño a una mosca....
- ¿Qué te trajo aquí?
- ¡Soy inocente¡ ¡No hice nada¡ ¡Yo no fui¡ -respondió sin abandonar el tono burlón- ¿De verdad quieres saberlo?
- No es imprescindible…
- Bueno. No soy inocente. Merezco estar aquí incluso más años de los que me cayeron. Pero tampoco me arrepiento de nada de lo que hice. Repetiría mi vida paso por paso si tuviera la oportunidad de volver atrás
- ¿Entonces cuando salgas….?
- Nunca saldré. Pero si lo hiciera, volvería a hacer lo que mismo -contestó con vigor- ¡No sé hacer otra cosa¡ Y además… es que no hago nada malo. ¡Soy un justiciero¡ jajajja
- Eso es cuestión de opiniones. ¿no?
- ¿Me juzgas?
- Se que no debería pero es inevitable
- No creo que mi reclusión te otorgue ese derecho…
- Sigo pensando que tu condición, sin darme derecho, lo convierte es inevitable.
- Entonces debería juzgarte yo a ti del mismo modo.
- ¡Hombre¡ No creo que nuestra actual situación sea comparable…
- ¿A no? Ya lo creo que si. Pensé que lo sabías….
- ¿Saber el qué?
- ¡Jajajajaj¡ ¿Me tomas el pelo, no?
- Andrés, no tengo ni puta idea de a que te refieres
- Te voy a hacer tres preguntas y júrame que las contestaras con total sinceridad
- Te lo juro
- ¿Dónde estás ahora mismo? ¿Quién soy yo? ¿Quién coño eres tú?
- No te entiendo
- ¡Lo sé¡ Contesta por favor
- Estoy en la prisión de Soto del Real. Tú eres el Andresino en serie. Y yo El Aparcacuentos.
- ¿Es esa tu respuesta?
- ¿Es que hay otra?
- Por supuesto. No estamos en la prisión de Soto del real. Esto es una prisión interior que no es ni a tuya ni la mía. Nadie es el Aparcacuentos y aún menos nadie es el Andresino en Serie.
- ¿Qué cojones dices?
- Que ni tú, ni yo, ni esta prisión existimos. Que ambos somos producto de una misma mente que en este momento esta elucubrando. –contestó sin dejar de atravesarme con la mirada hasta que se empezó a reír casi endemoniado- ¿Y sabes lo mejor?
- ¿Qué? –contesté asustado
- Que yo pensaba que de los tres tú eras el inteligente y el sensible… jajajaj. Y nada mas lejos de la realidad
- ¡Estás loco Andrés¡
- Por supuesto. Yo asumo mi rol. ¿Y tú?
- ¿Qué coño dices? –le pregunte al borde de pedirle al guardia que me sacara de allí.
- ¡Eres mucho mas tonto de lo que pensaba¡ -contestó sereno- ¿Ves al guardia?
- Claro
- Mírale bien… ¿No te suena su cara?
- Ahora que lo dices…
- Es Juan. El Administrativo de la tercera planta. ¿El abogado? Es nuestro primo Raúl… Nunca nos cayó bien…. Era el hijodeputa que nos hacía aguadillas en la piscina del chalet de Matalpino
- ¿Cómo sabes que mi familia tiene una casa en matalpino?
- Porque somos la misma persona… o concretamente… ambos somos producto de la misma mente enferma.
De repente la prisión se desvaneció…. Aunque no del todo….. Ahora era la misma oficina que día tras día hace las veces de mi celda…………. Bessssssssssossssssssssss a todos. ¿O quizás debería decir una puñalaita …? ¿O quizás ninguna de las dos cosas?
I.
Puedes encontrar al Andresino en: http://elandresinoenserie.blogspot.com/